sábado, 28 de abril de 2012

El otoño


Llegó la hora para las hojas de mi viejo árbol,
Es ahora cuando veo que ha madurado,
Cuando respiro su sabiduría
Al poner mi mejilla sobre su tronco.

Le acaricio con manos tímidas e inquietas
Para que aún me recuerde como una niña,
Y sienta mi inocencia, mi energía,
Como el día en que piel y corteza fueron una misma.

El otoño no es algo repentino para nosotros,
La primera vez que nos envolvió en colores cálidos
Para robarnos el alma con su frío aliento,
Creímos que no volveríamos a recuperarla.

Pero regresó…
Un día el viento nos la entregó
Envuelta en un manto de flores frescas
Renovada, vibrante,
Y deseosa de amar y sentir.
Un suave batir de alas,
El balbuceo de un niño
O el llanto silencioso de ese beso
Que sólo existe, porque se sueña.

Aun así, temo por ti.
El miedo se sienta a mi lado y,
Como un niño que balancea sus dulces piernas
Mientras me ofrece las golosinas que guardaba,
Así este miedo joven y pasajero
Intenta colmarme de malos pensamientos
Con adornos de soledad.

Aun así, temo por ti.
No te entristezcas tú, maestro y amigo,
Pues sólo tu serenidad es capaz de recordarme
Que cada vez que se caen las hojas,
Cuando ya parece que todo está perdido
Y que nunca más volveremos a ser los mismos,
Siempre llega el día en que se nos es devuelto el aliento
Para que sigamos atesorando vida
En nuestro cofre de nostalgia,
Y regalando secretos,
A quien no sabe guardar nada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario