martes, 23 de octubre de 2012

Se me escapa...


Hoy tengo ganas de hacer una foto, pero no tengo la cámara…
¿Cómo se fotografía un sentimiento? No lo sé, pero hay cosas que son demasiado fugaces, demasiado breves, demasiado especiales como para que mi mano pueda agarrarlas. Ni siquiera puedo grabarlas en el papel, para siempre…
            ¿Cómo se agarra una nube? ¿O un suspiro? ¿Guardarías en un bote una sonrisa? Yo la tuya sí, para siempre…
            Hoy todo lo veo susceptible de ganarse un lugar en la eternidad de una foto, de una imagen, pero no puedo. Y quizás no sea una lástima, quizás debe ser así, inalcanzable. Como tú. Que siempre haces como que me esperas, aminoras un poco el paso, giras tu mirada hacia a mí y, de repente, ya no estás, ya es ayer, o casi que nunca ocurrió que tu mano estuvo a centímetros de la mía.
            Es como ese instante, las primeras horas de la mañana, el alba, que asoma por mi ventana, y cuando al fin estoy lista para verlo, salgo al balcón, pero ya no está, fue una ilusión, ya es ayer, ya ocurrió. O como la música, el olor y el color de la noche que llega, del día que perece, regalando sus últimas pinceladas. Esa muerte, que se convierte en nacimiento en cuestión de minutos.
            Pincel…no tengo cámara, ni pincel, ni paleta, ni arcilla con los que moldear tu cuerpo cuando está a punto de desvestirse, pero no dudaría en envolverlo con lágrimas, besos o te quieros de seda, para conservarlo, a buen recaudo, entre mis sábanas.
            No puedo robarte tu armadura mientras duermes, porque me dejaría apresar por el roneo de tus caprichos. No puedo romper los cristales de tu corazón, porque hasta de mí quiero que te protejas, si así lo has decidido.
            En fin, no puedo atraparte, ni si quiera desearte sin permiso, al igual que no puedo quedarme con una estrella, con el rumor del mar o con su olor a sal. Sólo puedo disfrutarlos, y disfrutar de cada uno de tus gestos, como únicos delatores de tus pensamientos.
            Me quedo con tus gestos hacia mí, con los más simples, clásicos y pasajeros. Ligeros, ambiguos y huérfanos. Los que quizás menos te importan, pero porque son tuyos y míos…me los quedo.

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