La soledad es algo tan apetecible a veces…
No me refiero a la soledad del que no ve nada ni a nadie
A su alrededor.
No hablo de la soledad del que va contracorriente,
Porque lucha, porque habla o porque calla.
La que admiro es la soledad del abismo,
Aquella vertiginosa corriente que te arrastra, que te hace
caer
En lugar de protegerte.
La soledad es algo tan poderoso a veces…
No sentir que eres uno más en casa, en clase, en la oficina.
No sentir que el paisaje posiblemente sea el mismo cuando
esto acabe
Que cuando naciste. Que cuando llegaste.
Sentirte pueblo, sin conocer ninguno.
Sentirte ciudad, sin montar en taxi.
O ser mar, aunque para ti un charco ya sea un oasis.
La soledad es algo tan venenoso a veces…
Aguarda hasta que agotes tu último aliento, tu última
compañía,
Para envolverte.
Entreteje tus fracasos, tus batallas perdidas,
Para que te rindas, bajo el yugo de su narcótica / falta /
de luz…
La recibes, no la eludes, porque incluso con el vacío del
desconsuelo
Sabes hacer tratos.
La soledad es algo tan efímero, siempre.
No existe si no la inventas, y le das forma, y le abres la
puerta.
No daña si no la alimentas, porque se nutre de tu fuerza.
Pero si la llevas contigo,
Da igual donde vayas, o con quién estés.
Siempre estarás en casa.
Libre…y en casa.
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