“Ella. Ella
era mi conexión con el resto el mundo. Si no la hubiera conocido, no hubiera
conocido la que seguro es la mejor versión de mí mismo que jamás existirá. Si no
la hubiera tenido entre mis brazos, al menos esa única vez, nunca hubiera
sabido a qué huele la gloria. Si no hubiera escuchado junto a su respiración el
silencio del alba, todos mis amaneceres se hubieran quedado en meras antesalas del
mañana, otro más. Si no hubiera contado con ella las estrellas esa noche, yo no
sabría ni contar los dedos de mis pies hoy día…
Estoy hecho
para la guerra. Desde niño me costó mostrar afecto, pero siempre fue fácil para
mí pelear, nunca tuve miedo de perderme o quedarme sólo, y el abandono de mis
padres apenas lo valoré siempre como un signo más de que yo no era más ni menos
que un hombre, adaptado a la indigencia del calor humano, pero con un destino: las
armas.
[…]
Siempre he
sido consciente de lo frágil que es el cuerpo, pero nunca imaginé que no sería
el miedo a la muerte, sino el miedo a la vida, a la pérdida, lo que me robaría definitivamente
las fuerzas.”
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