lunes, 4 de febrero de 2013

Cuando rendirte no entra en tus planes


Rendirse, ojalá fuera tan fácil...
La misma condena carga quien sufre la tentación de abandonar, como quien sufre la tiranía de la esperanza...que la hay. Está bien que en algún momento te abandonen las fuerzas, las de verdad, las que mueven montañas sin tocarlas. Porque en ese momento te está protegiendo tu instinto animal, el que más sabe de supervivencia. Pero si ese instinto está atenuado, olvidado, y la evolución, la genética o el propio azar, ha querido dejarte fuera casi de tu especie, aislado, alienado por un afán de búsqueda insaciable que no conoce límites, entonces, tienes un pequeño problema. Un problema que los demás identificarán como virtud, y por ello te sentirás muchas veces sólo. Un problema que te traerá más problemas, porque tu insistencia molestará a muchos, con muchas más cosas que proteger que tú, ya que tú eres incapaz de protegerte a ti mismo.
Porque tu voz se alía con tu corazón, y habla, grita o canta, antes si quiera de que hayas podido pensarlo mejor, y callarte.
Porque tu alma existía ya antes de ti, y se hace respetar, como un padre, como un abuelo anciano que existía antes de todas las cosas. Por tanto, tu alma te hace sentir, y sientes libremente, ante todo, antes de que puedas evitarlo, antes de que puedas pasar de puntillas ante la realidad que una parte de ti no querría haber visto. Nunca.
Porque tus ojos, tu boca y tu ser, aman sin tu permiso. Y cuando te das cuenta, ya estás amando, al loco, al hombre, al niño o al mendigo. Amas. Y tu voz y tu alma, también lo dicen.
Saber rendirse a tiempo debe ser una gran ventaja, debe ser fruto de la inteligencia, que nos hace grandes, constantes, casi imperecederos. 
Otros, en cambio, pertenecemos a la clase pequeña, imperfecta, pero afortunadamente pasajera. Lo único que no muere en nosotros, son los sueños...






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