Hay días que uno debe rescatar y
compartir. Y ayer fue uno de ellos.
- Ayer fui por primera vez a la
oficina del paro. Sólo quería informarme.
Sin entrar en detalles, 4 años y
pico de trabajo ININTERRUMPIDO me daba derecho a 8 meses recibiendo 700-500 euros
brutos según temporalidad. Primera patada en el estómago, no para mí (que soy
una “niña mimada” que tengo para vivir bien un tiempo curioso gracias a mi
familia, ahorros, etc.), sino para cualquier mujer de mi edad que haya tenido
unos medios limitados, normales. La segunda patada, la que me dejó fuera de
juego, vino con la pregunta: ¿Tienes hijos?...Las milésimas de segundo que
pasaron mientras pronunciaba el NO encerraron la siguiente reflexión: “Si
tuviera hijos, después de lo que me has dicho que voy a recibir para subsistir,
¿crees que no estaría ahora estrangulándote?” Me imaginaba como madre, saltando
esa mesita tan limpia y ordenada, y rompiéndole el ordenador en la cabeza, y no
sé cuántos actos delictivos más que se me ocurrieron en ese momento. “Gracias a
Dios que no tengo hijos, qué suerte la tuya, guapa.”
Para colmo, después de la paliza,
puso la guinda diciéndome (con una tensa sonrisa) que, por ser menor de 30
años, tenía ciertas ventajas a la hora de cobrar la prestación si me daba de
alta como autónoma (en cuestión de 15 días y presentando una memoria creíble al
cabo del mes, porque si no, me la quitaban)...es decir, que si tengo ilusión
por montar un negocio, me ayudan a vender mi alma al diablo para arruinar mi
vida por completo. Encima te invitan a vivir al límite, in
the borderline. Gracias.
- Cuando llegué a casa le dije a
mi madre que comprendía, por enésima vez en mi vida, a quien bebe, se droga,
enloquece, huye...de hecho, en mi opinión, es la única reacción lógica en medio
de tanta confusión. No la comparto, no animo a ello, pero la puedo llegar a
comprender mucho mejor que la falta de sangre.
- Luego fui de Triana al centro,
y me pidieron dinero 15 veces en mitad de mareas de gente que dice estar
pasándolo mal, pero con bolsas en las manos. Cuando me alejaba, algunos me
gritaban. Nunca me habían gritado desde lejos para pedirme dinero...mi desazón menguó
cuando me percaté de algo nuevo. La mayoría de la gente que pide, estaba hablando con otra
gente. Al menos ya nos paramos, hablamos con el otro. Eso es cercanía, y nos
hace humanos de nuevo. Algo es algo. Todavía no sabemos educar a nuestros hijos
para que no se sientan mal si no hay una oleada de regalos de Navidad. Pero al
menos ya dejamos que nos vean hablando con gente que huele a alcohol y a suelo,
no porque no quiera ducharse, sino porque en la calle no hay duchas públicas
todavía.
- Por la tarde me hablaron de la
Amazonia, de que aún existe, a pesar de que está siendo invadida desde hace
años por empresas a las que pagamos, esas que llegan, matan personas y
ecosistemas, y ponen el huevo en pleno pulmón de la humanidad. Me enteré de que
aún quedan pueblos que rechazan la civilización y que hay gente luchando para
que permanezcan a salvo en el anonimato. Escuché muchas cosas, y recordé por qué
me fascina tanto el ser humano, pese a todo. Por eso me pongo tan rabiosa a
veces, porque AÚN no lo aborrezco.
Los que me conocen, saben bien
que hace tiempo dejé a un lado los medios de “desinformación”, ya que me da
miedo enterarme de las cosas bajo el yugo de la dictadura de la comunicación en
la que creo que vivimos. Por ello, intento enterarme de cómo va el mundo preguntando
a la gente, básicamente...y así es como vuelvo a toparme con la raíz del
problema: vivimos aletargados, y cuando el mundo se haya ido al garete
despertaremos preguntándonos ¿qué ha pasado?
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